Muchas veces me he preguntado cual es el secreto que nos une año tras año en torno a nuestro Club.
Más allá del desarrollo de la práctica de nuestro amado deporte del Baloncesto o el de nuestros hijos o amigos cual ese nexo o pegamento especial que nos invita a compartir nuestros escasos ratos de ocio, que echamos de menos cada verano y se ha convertido en nuestra diaria rutina.
Compartir los valores fundamentales en los estamos firmemente cimentados, que nos han inculcado y de los que ahora somos orgullosos transmisores es algo maravilloso.
La propia esencia del Baloncesto es el trabajo en equipo, la disciplina, la cultura del esfuerzo, responsabilidad con nosotros mismos y con nuestro grupo, es motivación, un reto diario, amistad, lealtad y tolerancia, aprender a divertirse a través del esfuerzo valorando el grupo por encima del individuo y como no la recompensa….
Y que recompensa nos llena más que ver esos pasillos llenos de nuestros jóvenes, niños y niñas en corros como se hacía antaño, esos abrazos de cada día de todos con todos, chicos, grandes, niños, niñas, las eternas diarias despedidas, esas lágrimas contenidas en la victoria y en la derrota, la emoción del reencuentro y de la indescriptible sensación que se siente la verlos levantarse con más fuerza tras la adversidad.
Poco a poco las muchas horas que invertimos se van almacenado en el ambiente, ese tufillo especial que te hace olvidar los problemas diarios trasladándote a la dimensión del deporte, de lo auténtico, dibujándonos ese lugar diferente que te acoge en su seno y en el que somos nosotros mismos.
En sano ejercicio aprendemos a convivir con la competencia usándola de catapulta para la mejora continua, hecho que formara para siempre parte de nuestra vida, a disfrutar no solo de la victoria sino del trabajo realizado, de cada momento de gloria o fracaso, dando valor a cada instante y saboreando el hecho que será irrepetible, tomando conciencia de que cada detalle esculpirá en nosotros una huella imborrable que será nuestra seña de identidad. Todo eso estoy seguro que el alma o la magia de eso que se llamamos Club.
Compartir los problemas, respetar otras opiniones y acatar colaborando decisiones de la mayoría, formar parte de un puzle en el que sin “ti” jamás estará completo, esto nos hace sentirnos especiales, porque somos especiales.
Todos y cada uno de esos infinitos esfuerzos y sacrificios se van filtrando por las paredes, el suelo y el aire, contribuyendo a crear una atmósfera única, nuestra solera, donde los nuevos miembros son acogidos sin recelo, donde los que se fueron siempre serán bienvenidos, donde los que estamos somos cada vez más numerosos y como tal formamos una gran familia con la que nos pasemos orgullosos por donde quiera que nuestro esfuerzo nos lleve, si señores soy del Club Baloncesto Ciudad de Dos Hermanas, mi club.
Un Socio.